Día inestable. Aún se escuchan las gotas de lluvia pegar contra el piso. El frío contrasta con el ambiente cálido que se siente en el consultorio. La intensa llovizna azota la Capital Federal mientras Sebastián Neuspiller se sienta y comienza la charla.
El “Dandy”, como lo apodaron sus allegados, es médico, especialista en Ginecología y a su vez futbolista. Su vida es bastante agitada, por la mañana trabaja en el Hospital Durand, luego se dirige al Instituto Médico Integral de Fertilidad (FECUNDITAS), para luego culminar su día entrenando. Además, dos veces por semana, concurre a BIOCELS (Banco de Células Madres), del que es su Director Médico.
Pero, obviamente, su vida no gira únicamente en el ámbito profesional, ya que también vive dedicado a su familia, que está integrada por su esposa y sus dos hijos: Santino, de dos años y medio, e Isabela, de un mes.
Y pensar que esta vida agitada que comenzó hace diez años nunca hubiera sucedido sin la intervención de César Mansilla, gerenciador de Fénix, club en el que es ídolo. “Yo quiero que juegues, venís los sábados y jugás, nada más”, fueron las palabras de la persona que le quitó a Sebastián esa idea de que iba a ser difícil jugar sin formar parte de los momentos diarios con sus compañeros. Porque en el ambiente del fútbol es atípico que un futbolista entrene solamente dos veces a la semana con su grupo, pero él sabe que es imposible vivir con el sueldo de un equipo de la cuarta categoría del fútbol argentino, lo que lo llevó, entre otra cosas, a afirmar su vocación por la medicina. Sin embargo, para Neuspiller no es anormal, ya que “los jugadores de todo el mundo no entrenan más de dos horas por día, es decir tienen 22 horas libres”, y él, a esas horas, las aprovecha para otra actividad que le fascina. Al mismo tiempo, asegura que “no todos los futbolistas son millonarios como Messi o Agüero” y que, cuando se retiran, después tienen “un tiempo largo para vivir”.
Según el delantero de Fénix, lleva muy bien las dos profesiones, es más, son “el cable a tierra” para olvidarse una de la otra.
Hace una década que lleva la misma vida, es por eso que le resulta normal entrenar con el equipo cuando se desarrollan las prácticas más importantes, como fútbol y pelota parada. “Entreno todos los días como todo el mundo”, aclara el “Dandy”, no dejando margen a la duda.
Esto se debe a que, más allá de que no lo haga junto a su equipo, el resto de los días lo realiza con su personal trainer, Ezequiel Domínguez, quien cuenta con un currículum estupendo, debido a que también es el preparador físico de la reserva de River.
Su personal trainer se encarga de mantener bien corporalmente a Neuspiller. Para esto, le programa una rutina de acuerdo con las actividades que desempeñan sus compañeros en el entrenamiento diario, la cual está establecida de antemano por el preparador físico de Fénix.
Y, aunque algunos consideren que esto puede afectar el rendimiento de un jugador, Sebastián comentó que nunca tuvo que “pedir el cambio porque estaba mal físicamente”. De hecho, asegura que ha ido “a jugar partidos sin dormir después de una guardia” y, además, hizo “goles”.
Como en toda profesión, el fútbol tiene cosas buenas y malas, y en este ambiente, la envidia es un factor desencadenante para crear un mal clima en un vestuario, pero en el caso del “Dandy” nunca tuvo problemas con sus compañeros. “Los chicos tampoco son tontos, si convierto goles, esos goles sirven para el equipo en general, no sólo para mí: para los premios, para el campeonato, para todo”. Es que él tampoco da pie para que se quejen. “Como los sábados voy y cumplo, no les doy oportunidad para que se molesten” asegura.
Figura de su equipo, histórico y sobre todo goleador, éste médico- jugador sabe distinguir la diferencia entre sus dos ocupaciones. “La medicina es mi profesión y el fútbol es mi pasión por los deportes”, sentencia.
Sebastián Neuspiller es, como tantos otros casos, un claro ejemplo de que uno debe hacer lo que le gusta, que nada se lo impide. Para muchos, esta vida agitada que lleva puede parecerle anormal o difícil, pero para el “Dandy” es mucho más que eso: es un verdadero placer.
Por Mauro Torre para ISPED
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